Con fines de investigación, todos estos días
me senté a observar detenidamente a la gente en las calles, en los autos, en
los buses, en los centros comerciales y encontré una sola cosa que tenían en
común, ESTRÉS! Si, exactamente, esa expresión de tensión y preocupación, es la
que todos tenían en sus rostros, todos corrían con paquetes y sujetando fuerte
las carteras, es obvio que la inseguridad, es un inconveniente por no decir un
problema gigantesco que “acosa” las festividades.
No obstante, todos sabemos que estas
festividades son consumistas, como todas festividad, es un tiempo en que la
gente aparenta lo que no es, se acuerda de dar regalos a quienes no recuerda en
todo el año, porque “no se puede ser tacaño en Navidad”, pero la cuestión en
realidad es, ¿que es lo que en realidad llena nuestros corazones?
Personalmente, es una fecha en la que suelo ser mas idealista que de costumbre,
en que quiero creer que en el fondo de los corazones de cada una de esas
personas con cara de estrés, en realidad están cantando “wi wichu a meri
crismas” y que más que los regalos, anhelan una hermosa noche de Navidad,
rodeados de familia y amigos, en que se empieza a recordar a los que no están,
a los que están lejos y hasta aquellos con los que uno quisiera estar. Esa idea
es la que mantiene vivo mi espíritu de Navidad, el imaginar a la gente en sus
casas, tomando chocolate caliente, comiendo en familia, con mucha gente y mucha
comida, dando gracias por lo que hay, por lo que hubo y por quienes están, por
la compañía, por estar vivos. Imagino niños corriendo por la casa, otros
cayendo en brazos de Morfeo, en su intento de ver al gordito bonachón que les
trae regalos cada año, gente sonriendo,
gente feliz, porque al final creo que para eso es la Navidad, para tener en el
rostro, la expresión de la felicidad.
No estoy muy segura de lo que en realidad
significa la Navidad, pero creo que todos deberíamos fabricarnos motivos diferentes,
motivos que signifiquen algo, que representen algo el resto del año, razones
para recordar las Navidades pasadas en el futuro. No me reconozco como atea, o
católica inclusive, pero si me reconozco como ser humano, creado por un poder
magnánimo, que llevo conmigo cada
día, que me acompaña todo el año y que no necesito recordar en Navidad.