Cuando
era niña, pero bien niña, como hasta los 10 años, recuerdo que
soñaba con un vestido blanco y la fiesta y el novio perfecto, pero
como a los 15 entendí
ciertos conceptos sobre el matrimonio, que hicieron que la idea me
pareciera un poco confusa, con el tiempo empecé a pelear con ese
“habito” que te forman, de que las cosas deben de ser de una
manera que esta establecida por la sociedad por el simple y sencillo
hecho de que “así debe ser, porque la sociedad lo dice”.
Entonces
cuando crecí,
me revele contra la idea del matrimonio que todos conciben, contra el
casarse de blanco y hacer una fiesta donde todo el mundo coma y beba
y lo único que recuerde sea quien de los novios se embriago mas
rápido, o que tan grande y lujosa fue la fiesta. Ahora que soy mama,
mi idea de lo mismo no ha cambiado y sueño con mi propia ceremonia,
una en la que se encuentre la gente mas cercana, la gente que en
realidad entenderá el significado de lo que ese día significa para
mi y aquella persona que decida como yo, pasar el resto de nuestras
vidas juntos, esa ceremonia en que no habrá un sacerdote que no
conozca, diciendo cosas que he escuchado en tantas ceremonias
matrimoniales. Ese día que será tan importante y especial para los
dos, en que vistamos la ropa que queramos y que podamos con la frente
en alto decir, frente a toda la gente que es importante para
nosotros, el compromiso que hacemos de querernos y apoyarnos el resto
de la vida, porque al final es de eso que se trata el matrimonio que
todos conciben amor y apoyo por el resto de la vida sin importar,
como se lo celebre.
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